Leyenda:
Cuentan, que en tiempos muy remotos había una criada que servía en una casa de un rico lugareño, cuya casa miraba desde lo alto a la plaza de azulejo,
La muchacha tenia como misión trasladar cada día el agua fresca del río para uso y disfrute del señor.
La faena era tremendamente penosa, tanto por la distancia como por las cuestas que había hasta llegar a la casa.
Así iba desgastando su energía la muchacha día a día, sabiendo que al día siguiente le esperaba el mismo calvario.
Como necesitaba el dinero, no podía abandonar el trabajo. Un día, se derrumbó de autentico cansancio y desesperación antes de llegar a la casa.
Tanto fue su desespero, que aun siendo una buena muchacha, entre lágrimas invocó al diablo ofreciéndole su alma con tal de no tener que ejercer nunca más faena tan penosa. El diablo raudo y veloz, como si hubiera leído su pensamiento se presentó ante la joven para aceptar el trato.
La joven lanzó su propuesta y le dijo: “Si eres capaz de hacer algo para traer el agua del río justo a la casa de mi señor y librarme de esta agonía antes de que salga el sol, te entregaré mi alma para siempre”. El diablo aceptó el trato pero le hizo firmar a la muchacha un pacto de sangre allí mismo.
Contento por poder contar con un alma más, se esfumó antes de que la joven se diera ni cuenta.La muchacha se arrepintió en seguida de lo que había hecho, pero se tranquilizó pensando que seria imposible que el diablo cumpliera su promesa en una sola noche, así que terminó como pudo su jornada y se fue a su casa a descansar, aunque no pudo conciliar el sueño.
Cuando cayó la noche, una gran tormenta asoló la ciudad.
Solo la muchacha sabia que no era un simple tormenta, si no el mismo diablo cumpliendo lo que ella le había pedido.
Se asomó a la ventana y pudo contemplar como miles de diablos estaban construyendo una mole arquitectónica, estaban levantando piedra a piedra un acueducto. La muchacha entonces se dio cuenta de que estaba perdida y rezó y rogó pero nadie le contestó.
La obra siguió durante toda la noche hasta que solo quedaba una piedra por poner.
El diablo agradeció a todos sus maléficos ayudantes su colaboración y entre bailes y risotadas se encaminó hacia el último hueco que quedaba sin prisas, sabiéndose ganador. De pronto, sonó un gallo y el diablo paró en seco desconcertado. Un rayo de luz se anticipó a la noche y el diablo no había colocado la última piedra...había perdido!.
Indignado, se fue dejando atrás la grandiosa obra casi terminada y el alma de la muchacha libre.
La joven arrepentida corrió hacia la iglesia para confesar al sacerdote lo que había ocurrido y éste, convencido de que había sido un milagro que la muchacha escapara de las garras del diablo, ordenó colocar una imagen de la virgen y de San Esteban en el hueco de la piedra .
J. Ignacio Boedo - Adrián Bouzas
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